domingo, 30 de agosto de 2015

Corría, corría tanto que sus pies apenas rozaban el suelo, corría con ansias, con las ganas extraídas de unos pulmones que bombeaban a medio gas. 
La sangre, iba dibujando pixeles en su cara, y en su cuello se empezaban a entrever las carreteras de su cuerpo, un cuerpo que hacía meses había abandonado al vaivén de unos sentimientos empapados con historias ajenas. 
Su sonrisa tarareaba su timidez, mientras que sus ojos hablaban de sus miedos, unos miedos que ella se esforzaba en condimentar con besos e instantes mágicos.
La balanza de su día a día empezó a desequilibrar a sus sueños, y en sus manos nacieron lagos de agua salada. 
Su intuición de señora mayor, volvió a desempolvar aquello por lo que un día se prometió no volver a pasar, y su inconsciencia era consciente de lo que sus pálpitos reflejaban, una inseguridad constante, un tragar saliva cuando el contoneo de las siluetas se clavaban en pupilas con dueña. 

El autoconvencimiento es la herramienta de los débiles para sanar la naturaleza de nuestros fracasos, pero es muy útil cuando la realidad no te hace justicia. 

1 comentario:

  1. Más que como una herramienta yo definiría el autoconvecimiento como un arma; Y como toda arma sirve para defenderse y atacar al mismo tiempo.
    Escribe con más frecuencia, es bonito leerte, aunque más verte.

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